sábado, 10 de abril de 2010

La filosofía política de la Iguana

Miguel Ángel Pérez Pirela
La filosofía política de la iguana no fue precisamente planteada ni por Platón, ni por Maquiavelo, ni siquiera por Cartesio o Foucault. Esta filosofía nace de lo más íntimo y profundo de una parte del pueblo que, citando la inteligencia desproporcionada de las iguanas, les recuerdan cotidianamente: “Cayendo y corriendo, como las iguanas”.

El tiempo, ese tiempo veloz, desenfrenado, despeinado, que caracteriza los tiempos modernos, y hasta los posmodernos, no nos deja posibilidades para caer y quedarnos anclados en el lugar caído, en la caída. Hoy día, y acaso siempre, la caída debe servir sólo para coger impulso en la súbita levantada e inminente partida.

Si la caída no fue nada intencional, e incluso fue una mala caída de esas que duelen, la filosofía de las iguanas se hace todavía más necesaria. Cayendo y corriendo, como las iguana: el correr es la muestra que no hay tiempos para derrotismos, lamentaciones o pesimismos, no. Cayendo y corriendo.

Véase que de ningún modo se plantea en la filosofía de las iguanas un cayendo y levantándose, no. De lo que se trata aquí es de tomar como feliz excusa la caída para surgir todavía con más impetud, predominancia.

Es claro entonces lo filosófico de la afirmación, o al menos, podría serlo. Lo que resulta más complejo, y a la vez paradójico, es el porqué del componente político de esta filosofía, o en otras palabras, su esencia de filosofía política de la iguana, así como la presentamos aquí.

Y es que no hay nada más político que las iguanas. Aún más en tiempos de revolución. En tiempos como estos hay que vivir cayendo y corriendo, pisando suelo y siguiendo, tocando fondo y surgiendo. Como dice Alí Primera: “no es tiempo de recular, ni de vivir de leyendas”.

Por ello algo hay de evolución en el cayendo y corriendo de las iguanas, e incluso algo de revolución. De ahí aquella afirmación de la iguanas rojas según la cual toda revolución tiene una “R” de más, aunque dicha “R” la escribamos al revés.

Revolución que no caiga e inmediatamente corra, no es revolución por el simple motivo que no es tampoco evolución. Y son precisamente las iguanas, animales prehistóricos, que nos lo demuestran con su cayendo y corriendo. Revolución que no caiga y corra a la vez, tendrá el mismo destino de aquellos amores cobardes de Silvio Rodriguez que “no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.

Si algo nos enseña la filosofía política de las iguanas es precisamente su carácter evolucionario. Carácter sin el cual ni una r, ni dos, ni tres, ni mil, podrá exorcizarnos del inminente destino de ser conservadores.

Iguana que no caiga y corra, se queda ahí, en el lugar de su caída, aplastada, desorbitada, conservada para siempre jamás. Iguana que no caiga y salga corriendo hacia delante será entonces una iguana conservadora, es decir, una iguana involucionada, involucionaria, con todo lo que esto implica…

Cada lunes el Diario VEA tendrá entre sus páginas una columna que hemos querido llamar “cayendo y corriendo”. Aunque así parezca, no se trata de un espacio de zoología, ni tampoco de medicina tropical, no es un espacio deportivo, ni de teoría clásica de la evolución.

“Cayendo y corriendo” analizará simplemente con la lentitud y profundidad del pensamiento, la rapidez y superficialidad de la realidad, para contribuir semanalmente con ese sabroso arroz con mango que llamamos Revolución.